miércoles, 12 de marzo de 2014

Carita de alelí.

Necesitaba entregarme a alguien
y de verdad que daba igual.

Me bastaba con que quisiera rozar
sus piernas desnudas con las mías
desnudas,
con que se riera de las palomas
y daba igual si ardía o no ardía,
yo solo necesitaba gastarme.

Y daba igual su cara
y su cuerpo
y su pelo.
Daba igual su dedo meñique del pie.
Yo solo desesperaba por el tacto
y el aliento
y el centrifugado.

Y justo ahora,
cuando ya no creía en nada
has llegado tú
con tus ojos de guindola.

Yo que estoy cansada
de esconderme entre los jardines
y de contarle a todos
lo bien que se vive en el paraíso
has aparecido tú.

A respirar de la burbuja
que he construido
en el corazón de esta tormenta
de suciedad,
y a olvidar tus desastres
y a clamar tu lujuria.

Has venido a abrazarte
al árbol de ojos caídos
y a tocarle las texturas
y a intentar probar la savia
que aún sigue en las raíces.

A protegerme de las crías
de los cuervos
que en el pasado ví
copular.

Yo que solo quería
un beso de vuelta
me has traído esta estampida
de cocodrilos verdes.

Yo que ya no esperaba nada
del amor
me has besado con tus labios de amapola.

Y me arriesgas tus trastornos indomables,
y me miras salvaje desde el amparo de tus pecas
y me pones carita de alelí
desde tu catarata de ramas lisas.

Yo que me sobraba tanto que me desbordaba
has llegado para ser la presa
de todos mis instintos.

Necesitaba a alguien que me salvara
del domingo,
de las olas,
de las banderas,
y de mi,
y no pensaba que mereciera
otro tren
pero aún así esperaba,
y en ese mismo anden
te encontré a ti.