Quien pudiera pasarse la vida
bebiendo vino
y escuchando a Laura
tocar el piano.
Laura con sus dedos de pianista
como si pudiera detener el tiempo
en tan solo una redonda
o acelerarlo
con cuatro corcheas muy juntas.
Laura y su espíritu de pianista
con su infatigable deseo
por simular a Chopin.
Tratando de averiguar
qué mano utiliza
en qué lado del piano
en qué tramo de pieza.
Laura y su consciencia
que le repite en cada
final de sinfonía
que no debió fallar
en aquella negra,
sin recordar que es capaz
de enfrascar el momento.
Laura y sus pies descalzos
pisando el pedal con la fuerza
con la que espera cada nueva nota.
Quien pudiera pasarse la vida
aferrada a los dedos de Laura
y morir
solo un poco
en cada nueva negra errónea.