viernes, 22 de marzo de 2013

Y qué si fumar mata.





     Y qué si fumar mata.

     Salir sin abrigo también mata,
     dejar la ventana abierta toda la noche,
     intentar volar.
     Cumplir años si que mata.

     No salir de casa un domingo
     tocarse mucho; eso
     también mata.
     Las llamadas que no haces,
     montar en avión,
     los puentes
     o cruzar las vías de un tranvía
     eso sí que mata.

     Y qué si fumar mata.

     El mar también mata,
     el final de una cerveza,
     vestir de uniforme
     y el Gabon antes de dormir
     que se escribe igual que jabón
     pero con G.
     Dejar de controlar al miedo
     o querer ser inmortal,
     eso también mata.

     Ir de compras con la cartera vacía
     comer mucho a escondidas,
     y no comer, también mata.
     Escribir poesía. Mata.

     Estar en el sitio equivocado
     en el momento equivocado.

     Ser curioso.
     No saber cuál es la puerta de tu casa.
     No tener tiempo para leer.
     Un despertador cuando tienes resaca,
     joder, eso sí que mata.

     Las miradas, qué me dices ahora
     de las miradas.
     No poder hacer lo que quieres, 
     eso, como fumar, mata.
     

miércoles, 20 de marzo de 2013

Mi mejor amiga.




Siempre me pedías
que te escribiera una poesía,
sin creerte nunca
que mientras estuviéramos juntas
la poesía éramos tú y yo.
Podría hablarte del tiempo
que sin ti no quiere pasar
y de las palabras
que no te digo,
ni te escribo.
De abrazos ahora vacíos
de los que cuelga un cartel
que denuncia la desaparición
de un sentimiento que se marchó.

Sería agotador reconocer
que ya no somos las mismas
muchachas que tanto se besaron.
Muchachas que prometieron no crecer,
prometieron quererse hasta morir.
Prometer, joder, lo sé.
Prometí no irme, pero
tampoco me he quedado.

Cuesta aceptar que ya no lloras
como solías hacer
y que todo esto
te tendría que estar matando
pero que no duele.

Tan difícil admitir que la distancia
acabó por ganar la guerra
dejándome con un cuerpo
de campo a través
de un territorio de batalla
que jamás pensé cruzar.

Estas palabras, antes preferibles
a cualquier cosa,
ahora se hacen hueco entre
un "no tengo apenas tiempo"
y un "te juro que se me olvidó".

Nos malgastamos en conversaciones
insípidas,
que tampoco se preocupan mucho por saber
que la una ya no piensa casi en la otra.

Recuerdas como a los 16 llorabas con
las cartas podridas de amor,
que niñas de 10 se enviaban
a escondidas.
Cartas torpes guardadas con recelo,
sin más gracia que un "te quiero"
mal escrito y arqueado.

Reproches ausentes
que quedarán de por vida,
y no notarás
hasta la primavera del 29.

Sigo esperando el típico
 - Joder, tía, cómo has cambiado.
 para preguntarte si acaso tú
 sigues siendo la misma.
 Si tu risa,
 que ya no juega con la mía,
 sigue riéndose con otras bocas.
 O si cuando no sabes qué hacer
 con tu puta vida
 le preguntas a tu padre
 para que te ayude, y te decida.

 Te juro que no cambiaría aquellas
 tardes en las que cualquiera juraría
 que no hacíamos nada.
 Pasábamos los días
 sin miedo a un final,
 haciendo palomitas en microondas
 a los que no les daba la gana
 calentar.
 Tardes de cocina
 y sofá-cama,
 con pelis proyectadas
 en pantallas apagadas.
 Todas mis tardes,
 y más de una mañana.
 Vidas llenas de caricias que un día
 no se podían tocar más.

 Y al fin y al cabo eres mi mejor amiga,
 la que me conoce como si fuera mi madre,
 o al menos, me conocía.
 Y no quiero otra
 que no sea aquella niña
 que lloraba por tonterías
 que yo tenía que consolar.

viernes, 15 de marzo de 2013

Rota por ti.






Si pienso en ti
no me sale la poesía.
Muchas musas,
todas ellas,
pero nunca como tú.

No logro hablar de las noches
que no hemos pasado,
ni de los días.

No puedo oler
el sabor del aroma
que adivino de limón.

No entiendo esos pasos que
bailas por los bares,
donde bandas sin nombre curan
todos los besos que no das.
Besos que emanan de labios prohibidos,
pecados por los que no hay que pedir perdón.
Labios que adivinan la poesía de mi boca,
advierten encantadoras sonrisas,
y fundan su propia religión.

Yo nunca he perdido la fe,
nunca antes he tenido una que perder.

Tienes manos con licencia,
manipuladoras
de sentidos equilibristas
por tus dedos.
Corazones de cálidas yemas,
tan cobardes
como para sujetar el mundo.

Cielos rotos por caricias
que no calientan más,
y guardan con sospecha
los pocos soles de otoño
que aún resisten.

Ojos claros, pero tan negros
que no paran de derramar
mares,
para buscadores de tesoros,
para sirenas sin cola,
para juntarnos,
y separarnos.

Y ahora,
voy náufraga sin balsa
perdida por tu cuerpo,
buscando miradas forzadas,
besos borrachos
y palabras repletas.
Para que al final sea
el mismo Doctor de siempre
quién me rescate.



Coco Mademoiselle.






     El viento mueve fragancias
     las transporta de corriente en corriente
     la brisa las empuja hacía mi.

     Quisiera respirar siempre de ese aire,
     aire que me envuelve y me condena,
     aire que me asfixia
     pero aún deseo.

     Y es tu olor el que anhelo,
     perfume de tu ser,
     el que desprende
     cada uno de tus poros
     y el que perdido entre soplos
     vuelve en torno a mi.

¡Ay!






     El grisáceo de tus ojos
     que me mira desde lejos
     ¡Ay! tu pelo liso y suelto
     que me mata el no tenerlo.

     Ni sentirlo, ni tocarlo
     ni frotarlo entre mis dedos,
     al igual que esas pupilas
     que cautivan mis sentidos
     entrecortan mis suspiros
     y aceleran mis latidos.

Cultivos de bacterias.








     Eres el patógeno que enferma mi vida,
     la bacteria que se nutre.
     El protozoo que aparece sin más.

     Eres el algo y yo soy el hongo:
     tú me alimentas, yo te protejo
     y al fundir nuestro amor
     resultamos ser líquenes.

     Nada que ver con el resto de reinos
     el nuestro es uno propio.

martes, 12 de marzo de 2013

Víctima de fraude.





     Intuirte destruido,
     funesto y afligido.
     Siento frustración.

     Juré cuidarte
     como al más codiciado tesoro,
     protegerte ante cualquier infamia.

     Juré acompañarte
     hasta el más recóndito lugar,
     no abandonarte jamás.

     Juré amarte
     con la fuerza más consistente de mi corazón,
     abrazarte cada día,
     basarte cada noche.

     Te he defraudado,

                                          me he defraudado...